La persona
Todo empezó en Vic (Barcelona, España), en 1848. El 9 de abril nació a la vida. El 11 nació a la gracia. Con un nombre: Carmen Sallés. Y con un estilo que uno de sus hermanos resumía en aquel aire suyo de andarse en la presencia de Dios. En el día a día, fue colegiala en la Compañía de María. Y se preparó, alegre y consciente, para el matrimonio. Pero con una duda inquietante: ¿era eso, lo que Dios quería de ella? Unos Ejercicios Espirituales y un discernimiento valiente, le hicieron ver que no. Dios la invitaba a consagrarse a Él, en la vida religiosa. Nuevos interrogantes: ¿Dónde? ¿Cómo?
Consagrada
En 1869, en condiciones sociales y políticas adversas, emprendió una nueva etapa de progresivo discernimiento de la voluntad de Dios. Entre las Adoratrices conoció a jóvenes de su edad, que no habían tenido una familia ni una educación como la suya. Jóvenes sometidas a la explotación y el vicio. Y escuchó, de nuevo, la voz del Espíritu: «Para alcanzar buenos fines, es necesario poner buenos principios»… De la regeneración de jóvenes extraviadas, pasó a la educación preventiva. Siguió su búsqueda entre las Dominicas. Se abrió a la educación. Y descubrió que los horizontes de la educación femenina en la sociedad del momento eran muy limitados. El Espíritu le sugería nuevos horizontes para la mujer de tiempos nuevos…
Fundadora
A partir de 1892, Carmen, con tres compañeras, emprendió la fundación de una Congregación Religiosa en la Iglesia. Su misión: Ofrecer a la mujer una educación en que se armonizasen la piedad y las letras, la virtud y la ciencia… Hija de María Inmaculada, expresó visiblemente su deseo de imitarla, con hábito blanco y azul que habían de vestir quienes la siguieran. Hija de la Iglesia, en ella y con ella, bajo su orientación y con su aprobación, inició un camino en el seguimiento de Cristo.