El día 30 de Noviembre de 2013, en Princesa, 46 laicos del MLC participaron del retiro del Adviento, en preparación al nacimiento de Jesucristo. Destacamos aquí las palabras de la charla del P. Juan Antonio Santamaría:
“El Adviento es momento para celebrar, vivir la fe y ponernos a la escucha de la palabra de Dios como Israel, esperando a que el Señor se manifieste y descubra su rostro. Adviento es tiempo de espera, de cumplimiento de las promesas de Dios.
Dios con un poder infinito que está por encima de todo lo creado, al que obedecen ángeles y demonios, se arriesga y se pone en nuestras manos, porque por amor se comprometió eternamente con nosotros, esta es Su Alianza.
Sólo Dios sabe donde se rompió y como se puede recomponer la unidad, sólo Él es el que puede recuperar al desobediente. Es Él, Él que permite que el hombre pueda mirar el hermano sin envidia. Es Él, Él que puede recomponer la familia y dar respuesta a los anhelos de paz.
La que debe ser nuestra compañera en el Adviento es María, nuestra Madre, modelo de escucha de la palabra de Dios”.
Terminamos con una bella poesía de Antonio Murciano
Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
con la frente de arrugas y la espalda jorobada.
Venía sucia de barros, de polvo de caminos,
la iluminó la luna y no tenía sombra.
Tembló María al verla; la mula no ni el buey,
rumiando paja y heno, igual que si tal cosa.
Tenía los cabellos largos, color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viento antiguo;
en sus hijos se abría la primera mirada
y cada paso era tan lento como un siglo.
Temió María al verla acercarse a la cuna.
En sus manos de tierra ¡Oh Dios! ¿qué llevaría…?
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
y le llevó la cosa que llevaba escondida.
La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba, también la mula, el buey
la miraba y rumiaba, igual que si tal cosa.
Era Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujió cuando se iba.
María la conocerla, gritó y la llamó: «¡Madre!»
Eva miró a la Virgen y la llamó: «¡Bendita!»
¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aún era pura, dura la nieve fría.
dentro, al fin, Dios dormido sonreía teniendo
entre sus dedos niños, la manzana mordida.